En las redes sociales y medios hondureños ha causado gran impacto el testimonio de Lucía Iscoa, quien antes era conocida como el pastor Luis Iscoa.
Su revelación sobre su transición de género ha abierto un espacio de reflexión entre creyentes y ciudadanos. La ahora exlíder espiritual compartió su experiencia con emotividad y valentía, destacando el amor incondicional de Dios.
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Lucía relató que durante muchos años luchó en silencio con una profunda sensación de inconformidad. Aunque cumplía un rol masculino en público, en su interior habitaba una identidad distinta que no podía seguir ocultando.
La presión espiritual y social fue intensa, pero finalmente decidió vivir en autenticidad. “Era una batalla constante”, confesó Lucía en una entrevista reciente. Sin embargo, también afirmó con firmeza que siempre supo que Dios la aceptaba tal como es.

Esta certeza fue clave para dar el paso y comenzar su transición, que hoy representa un nuevo capítulo en su vida y fe. Desde temprana edad, Lucía sentía que su identidad de género no coincidía con la que se le atribuía.
A pesar de los años de silencio y de temor, hoy se siente libre de expresar su verdadera esencia. Su testimonio busca inspirar a quienes atraviesan situaciones similares, sin dejar de lado su fe.
El proceso de aceptación de Lucía Iscoa y su inquebrantable fe
Durante muchos años, Lucía Iscoa cumplió su rol como pastora sin mostrar el conflicto interior que la acompañaba a diario.
Se desenvolvía dentro de una estructura religiosa tradicional que, según ella, limitaba la expresión libre de su identidad. Este entorno, aunque espiritual, no ofrecía espacio para sus verdaderas emociones.
Con el tiempo, y tras buscar ayuda profesional, Lucía encontró en la terapia un camino hacia el autoconocimiento.
El acompañamiento de especialistas, junto con el apoyo incondicional de personas cercanas, fue esencial para que pudiera comprender su identidad como mujer transgénero. Este proceso marcó un antes y un después en su vida personal y espiritual.
A pesar de los desafíos emocionales y sociales que enfrentó, Lucía sostiene que su fe permanece firme. La espiritualidad que cultivó durante años continúa siendo parte esencial de su existencia.
“Mi relación con Dios no ha cambiado. Él siempre ha estado conmigo”, expresó, reafirmando que su creencia en el amor divino sigue intacta.