O.J. Simpson, el renombrado exjugador de la NFL y actor, falleció ayer, miércoles, a los 76 años, dejando atrás una vida marcada por la excelencia deportiva y los turbulentos episodios judiciales que capturaron la atención del mundo.

Su partida, anunciada por su familia el 10 de abril, cierra el capítulo de una figura cuya fama trascendió los límites del deporte y la pantalla grande.

Desde sus primeros días como un destacado atleta universitario hasta su consagración como una de las estrellas más brillantes de la NFL, Simpson cautivó a millones con su talento y carisma.

Sin embargo, su legado se vio empañado por el infame caso que lo catapultó al centro de atención mediática: el brutal asesinato de su exesposa, Nicole Brown, y Ronald Goldman, en 1994.

El trágico suceso desencadenó una de las persecuciones televisadas más seguidas en la historia de los medios, con la icónica imagen de Simpson en una Ford Bronco blanca recorriendo las autopistas de Los Ángeles. El juicio subsiguiente dividió a la nación y avivó un interés global sin precedentes por el destino del exdeportista.

A pesar de ser absuelto en el juicio penal por el crimen, en un juicio civil posterior, fue declarado responsable por los mismos hechos. Sin embargo, no hubo evidencia suficiente para probar su culpabilidad más allá de una duda razonable en el juicio penal.

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